03/10/2011

La estación Aloha


Entre Honolulu y Hawái. A.Peyrot/Tara Expeditions

Miércoles, 28 de septiembre, 10:30. El piloto mandado por los Coast Guards de Honolulu se encuentra a bordo. Estamos saliendo para un mes en alta mar. El barco, de simple domicilio hawaiano, pasa a ser un espacio en movimiento. Es una experiencia humana conjugada con una misión científica. La estaremos compartiendo entre catorce personas hasta llegar a la costa Oeste de los Estados Unidos.

Izamos las velas y contornamos la isla por el Este antes de enrumbarnos al Norte. La puesta del sol desdibuja la última silueta de las costas de Oahu, la tercera isla en tamaño del archipiélago de Hawái. No veremos mas tierra firme por más de 600 horas.

Por la mañana nos encontramos frente a la inmensidad de un horizonte azul infinito. El océano es un desierto debajo del cual está el ecosistema más abundante, más antiguo, y menos conocido por la ciencia. El atesora las llaves de las nuevas puertas de una multitud de campos científicos. Para lograr abrir unas, debemos demostrar perseverancia y método, estudiando todos los organismos que habitan en cada una de las provincias oceánicas. Y para no desanimarse frente a una tarea tan gigantesca, debemos abordar el problema paso a paso.

Nuestra primera etapa es la estación Aloha, donde se hacen mediciones oceanográficas regularmente desde hace más de 30 años. Esta es una de las estaciones más importantes del Pacífico, establecida por Dave Karl, fundador del C-MORE* en la Universidad de Hawái, donde nuestro equipo científico realizó un simposio el pasado martes.

Es para Tara una oportunidad de calibrar el protocolo científico desarrollado por Gaby Gorsky y contribuir a las muestras tomadas en esta estación. Para que nuestras mediciones integren la base de datos de Aloha, es imperativo permanecer dentro del círculo que delimita el aérea de la estación, un círculo de 12 millas náuticas, o sea 22 km, de diámetro. Aprovechando las corrientes, apagamos los motores al este de la estación y comenzamos a derivar hacia el oeste. Mientras tanto, los científicos llevan a cabo sus manipulaciones bajo la supervisión de Isabelle, nuestro jefe científico.

Claudie y Marc inauguran la estación enviando la roseta-CTD, el dispositivo emblemático de Tara Oceans. Entre todos los parámetros que esta sonda puede documentar sobre la columna de agua, unos sensores de clorofila nos indican la DCM (Deep Chlorophyll Maximum) donde el fitoplancton es más abundante. Más "pobre" el entorno oceánico, más profundo debe ir el plancton para alimentarse sin comprometer su exposición a la luz solar necesaria a su fotosíntesis. Aquí, en la estación Aloha, leemos una DCM a 110 metros, indicación de un entorno relativamente pobre.

Con la ayuda de Benedetto, sumergimos un gran número de redes capaces de filtrar el agua con una precisión de micras. La cubierta de popa del barco se convierte en una plataforma despachadora de las aguas recolectadas. El laboratorio húmedo es como el purgatorio de estos microorganismos.

Celine y Rafael filtran las aguas de forma continua para separar los organismos y aislar los protistas, virus y girus. Las muestras son luego almacenadas y etiquetadas. A cada cual su veneno: formol, alcohol, RNA later, para plasmar el ADN, o congelación en nitrógeno líquido. Cada microorganismo, según el método de conservación utilizado, será enviado a uno de los laboratorios asociados y al Genoscopio de París, que necesitaran una década para analizar todos los datos proporcionados por Tara.

Algunas de las muestras se estudian a bordo en nuestro laboratorio seco, para fotografiar organismos todavía vivos. Es donde Jeremie, a cargo de la producción de imágenes, inmortaliza esta vida en movimiento antes de se extinga y que sus colores se desvanezcan. Es un trabajo delicado en un barco que oscila, mecido por el oleaje. Una verdadera prueba de paciencia y resistencia. Marc recuerda: "después de mis estudios, orgulloso de mi diploma, al llegar a las entrevistas con empleadores, lo único que les interesaba era saber si yo soy sujeto al mareo".

Los días son largos y el equipo espera impaciente el momento de celebrar el éxito de la primera estación.

Andres Peyrot

* C-MORE: Centro de Oceanografía microbiana: Investigación y Educación