18/07/2012

Tonnerres de Brest, truenos y rayos de pasion


Tonnerres de Brest 2012. A.Deniaud/Tara Expeditions

El barómetro está bajando, el cielo se ennegrece, pero nada detiene a los amantes de velas y veleros. Una muchedumbre deambula en los muelles. ¿Varias decenas, varios cientos de miles de visitantes? En Tonnerres de Brest, Truenos de Brest, en medio de un campo de mástiles y palos, la temperatura interna de la fiesta se mantiene alta. Desfiles de barcos, conciertos, bandas, cada rincón de mar y tierra ofrece un inolvidable espectáculo. Para esta reunión de apasionados y publico, Tara acepta una vez más desvelar sus redondas formas.

Como en 2008, A Tara se le ha reservado un espacio. En marea baja, la goleta encalla y revela a transeúntes y curiosos las formas íntimas de su casco de aluminio. Philippe Clais, quien estaba también presente en la edición anterior del festival, precisa: "A los organizadores les gusta que Tara venga aquí para que el público pueda apreciar esta forma de cáscara de nuez diseñada especialmente para navegar en el los hielos".

Pero colarse hasta aquí no es pan comido. Lunes por la tarde, Tara está anclado en la bahía del puerto de Brest. Los marineros se afanan en levantar los timones. La tarea no es fácil y el tiempo corre, debemos llegar al muelle antes de que la marea baje. Para llegar aquí, Tara zigzaguea entre los numerosos veleros presentes. Sin deriva o timón, la navegación es delicada, dos zodiacs ayudan a dirigir el barco. A bordo la tensión es palpable, la más mínima desviación puede ser fatal para las pequeñas embarcaciones cercanas. "Aterrizamos con menos de veinte centímetros de agua debajo del casco” comenta el capitán Loïc, “hemos rozado drakares miniatura a menos de un metro, imagino que pensaron que su última hora había llegado. Un paso de lado y les hacíamos papilla".

Amarras en posición, Brieu, el segundo, se pone su traje de buzo. Él debe aventurarse en las aguas turbias del puerto para verificar que el barco estará bien posicionado encima de los bloques de madera. La visibilidad es muy reducida pero el buzo logra guiar el capitán para colocarse en seguridad. Tara se asienta y estalla la música. En el muelle, bandas, cantantes y artistas callejeros se turnan para animar el vecindario del velero polar. Una multitud de visitantes se agrupa para admirar y fotografiar la goleta de leyenda.

En términos de veleros míticos, ¡Tara no es el único! Belem, Recouvrance, Pen Duick y muchos otros han hecho el viaje para esta vigésima edición del festival de Brest. Un momento de antología para los amantes de barcos antiguos que saben de mástiles y los reconocen desde lejos. De pie en su inflable, Michel Bourdin, treinta años de fotografía marina, está al acecho, esperando el momento en que el mar y el viento se sintonicen para sublimar estas joyas de arquitectura naval. Una cámara de película sensible, un disparo, y el cuadro en blanco y negro se guarda para la eternidad.

Momentos mágicos y asombrosas imágenes abundan en Tonnerres de Brest. La belleza del espectáculo es tal que casi da mareo, sobre todo a todos aquellos que sueñan desde hace tiempo con este viaje en la historia. Me estoy recordando que en 1996, antes de embarcarme en "La Fleur de Lampaul", una vela antigua, yo miraba desde lejos este festival del mar. La realidad de hoy supera mis expectativas de adolescente. Estoy en Tonnerres de Brest, con Tara y a sólo unos pasos de "La Fleur de Lampaul".

Anna Deniaud