26/07/2017

Daniel Cron, mecánico


“Tara, nuestra “ballena”, es una vieja dama de 28 años. Es una edad significativa para un barco. Esto implica un tratamiento cuidadoso, año tras año. Un barco es un poco como un auto, necesita mantenimiento. Aquí el taller mecánico, soy yo. Debo velar por el buen funcionamiento de los motores para la propulsión, de los electrogeneradores para el desalinizador y un montón de otras cosas. Estar “en obras” es el equivalente al control técnico de un vehiculo, con esta peculiaridad de que Tara, además de la parte mecánica, tiene un componente vela. En expedición, procuramos un mínimo de un mes de mantenimiento cada año; Pero para preparar una nueva expedición, ciertas obras pueden durar hasta 6 meses.

Para un marinero, estar “en obras” es cambiar radicalmente de modo de vida. Los científicos se van para sus laboratorios y nosotros sacamos el barco del agua. Empieza un vaivén entre tiendas y especialistas que nos respaldan en nuestros trabajos. Ya no hay turno nocturno de vigilancia, ni muestreo científico. Todavía estando a bordo, uno vive ahora como los “terrestres”.  Eso nos brinda el placer de comunicar fácilmente con nuestros seres queridos, de disfrutar de un buen restaurante, de  ir a la piscina; Y, a veces,  escaparnos para descubrir el país. Generalmente nos quedamos un pequeño equipo de 7 marineros y cada quien se vuelve un poco mecánico. Los días son densos, no medimos nuestras horas. Estar en obras es un momento intenso.
Los trabajos planificados aquí son los difíciles de realizar en navegación, porque es imposible parar ciertos equipos, o sencillamente porque los trabajos requieren de herramientas específicas que no tenemos a bordo. Además, se agregan los pequeños trabajos anuales recurrentes: limpiar el casco, chequear las válvulas de agua de mar, pintar, soldar, limpiar y comprobar todos los equipos de seguridad, el material médico, el equipo de bombero y los varios recursos disponibles en caso de tener que abandonar la nave.
En Nueva Zelanda, instalamos, entre otros equipos, unos silenciadores en el escape de los motores para reducir el ruido, unas nuevas hélices para aumentar la velocidad y disminuir el consumo de combustible, y un nuevo desalinizador.



Tara es un velero, pero tenemos dos motores para maniobrar en puertos, y mantener velocidad cuando amaina el viento. Cada motor mueve una hélice. El mecánico tiene conciencia de la importancia de cuidarles. Con el tiempo, es como si se hubiera establecido una verdadera relación entre nosotros tres. Vivo una complicidad singular con estas dos máquinas, al punto de personificarlas. A bordo, todo el mundo las conoce como Brigitte y Thérèse, B de babor y T de (es)tribor. Tal vez ellas tengan hasta sentimientos secretos.”